Parte 14 - Sífilis



Sífilis

    Vayamos ahora al miasma de la Sífilis descripto por Hahnemann.
Del Tratado de las Enfermedades Crónicas

     “Este miasma crónico, mucho más difundido que la enfermedad de la verruga ficoidea y que durante tres siglos y medio ha sido fuente de muchas otras dolencias crónicas, es el miasma de la enfermedad propiamente venérea, la enfermedad del chancro (sífilis). Esta enfermedad solamente ofrece dificultades para su curación si se ha conjugado (complicado) con la psora ya desarrollada; con el sicosis pocas veces se complica, pero entonces lo corriente es que también lo esté con la psora.
A los fines de la curación de esta enfermedad venérea, deben distinguirse tres estadios:

1. Cuando la sífilis todavía no se ha complicado y está  acompañada de su síntoma local asociado, el chancro, o si éste hubiera sido eliminado por aplicaciones externas, que siquiera esté asociada con su otro síntoma local, el bubón, * que de modo similar actúa vicariamente respecto del desorden interno;
Es muy poco frecuente que el bubón suceda de inmediato al coito impuro, sin que lo haya precedido el chancro; lo corriente es que el bubón surja luego de la destrucción del chancro lograda por medio de algún tratamiento local y como substituto de aquel por cierto que es decididamente perturbador.

2. Cuando se presenta aislada, es decir, sin complicación con cualquiera de los otros miasmas, pero ha sido privada de su síntoma local vicariante, el chancro (y también el bubón);

3. Cuando se ha complicado con otra enfermedad crónica, o sea con psora desarrollada, ya sea que el síntoma local esté aún presente o bien que haya sido eliminado mediante aplicaciones tópicas.

     El chancro aparece luego de un coito impuro, frecuentemente entre los días séptimo y décimocuarto, rara vez antes o después, la mayoría de las veces sobre el miembro infectado por el miasma; al comienzo tiene apariencia de pústula pequeña que se va convirtiendo en úlcera infecciosa con bordes elevados, acompañada de dolores punzantes, la que de no ser curada perdura firmemente en el mismo lugar durante toda la vida y que sólo varía al incrementarse con los años; en tanto, los síntomas secundarios de la enfermedad venérea están impedidos de manifestarse por perdurar el chancro.
     Al actuar en casos como éste, los médicos alópatas eliminan el chancro por medio de substancias corrosivas, cauterizantes o desecativas, suponiendo erróneamente que tal llaga es meramente externa, surgida a consecuencia de alguna infección tópica, lo que les lleva a afirmar que se trata de una úlcera local y así lo han hecho constar en sus escritos. Erróneamente suponen que cuando el chancro aparece no cabe siquiera pensar en alguna enfermedad venérea interna, de modo que urge exterminarlo localmente para eliminar todo riesgo de enfermedad venérea al paciente; de no proceder así los vasos absorbentes podrían transferir la infección al interior del organismo infección sifilítica generalizada del sistema que de seguro ocurriría si aquella acción se demorara. Es evidente que no conocen que la enfermedad venérea de todo el cuerpo comenzó en el momento mismo del coito impuro y que ya se había completado antes de que el chancro apareciera.
En su ceguedad, el médico alópata destruye mediante aplicaciones locales el síntoma vicario externo (la úlcera chancrosa) impuesto por la benévola naturaleza a fin de aliviar la enfermedad venérea generalizada interiormente y de este modo compele inexorablemente al organismo a reemplazar al primer sucedáneo de la enfermedad venérea interna (el chancro) por otro mucho más doloroso, el bubón, que además  es muy propenso a supurar. Y cuando el médico alópata también elimina este bubón, como invariablemente lo hace, recurriendo a sus nocivos tratamientos, entonces la naturaleza se ve forzada a desarrollar la enfermedad interna por medio de dolencias secundarias mucho más aflictivas, por la irrupción de la sífilis crónica en su integridad y la naturaleza lleva esto a cabo, aunque lentamente (con frecuencia luego de varios meses), pero con absoluta invariabilidad. Así es como el médico alópata, en vez de ayudar, daña.”

“A lo largo de mi práctica de más de cincuenta años jamás he podido observar el menor indicio de irrupción de la enfermedad venérea en tanto el chancro permaneciera intacto en su asiento, aun cuando esto durase años (puesto que jamás desaparece por sí mismo) y pese al considerable aumento de tamaño que en su asiento hubiera experimentado, lo que es natural que ocurra con el transcurso del tiempo correspondiendo al incremento interno de la afección venérea, incremento propio de todo miasma crónico.
Pero siempre que haya alguien tan imprudente como para extirpar el síntoma vicario local, el organismo hará  que la sífilis interna irrumpa como enfermedad venérea, dado que la enfermedad venérea generalizada mora en el organismo desde el primer instante de la infección.”

“En consecuencia, también la curación de la enfermedad venérea se logra con máxima facilidad y del modo más absoluto en tanto el chancro (o el bubón) no haya sido eliminado por aplicaciones tópicas y permanezca intacto, como síntoma vicario de la sífilis interna. En este estado y en particular cuando todavía no se ha complicado con la psora, puede afirmarse con toda razón y con el respaldo de numerosas experiencias, que no hay sobre la tierra miasma crónico alguno, ni enfermedad crónica alguna originada en un miasma, que sea tan total y fácilmente curable como ésta.
     En el primer estadio, el más sencillo y el más fácilmente curable, cuando el chancro (o el bubón) aún está  presente y no hay complicación con la psora desarrollada ni con alguna dolencia crónica prominente que tenga origen psórico (caso que es frecuente tratándose de personas jóvenes, llenas de vitalidad) -y dado que con la psora en estado latente la sífilis muy difícilmente se combina, lo mismo que con el sicosis- en este primer estado se requiere tan sólo una pequeña dosis del remedio mercurial más adecuado a fin de curar completamente, definitivamente, a la sífilis y a su chancro, en el término de catorce días. Pocos días después de haber tomado tal dosis de Mercurius el chancro (que no hubiera sido sometido a tratamiento externo alguno) tórnase úlcera limpia con pus escaso e innocuo y cura por sí mismo, lo cual es prueba convincente de que la enfermedad venérea interna también ha sido extinguida y no queda la más pequeña cicatriz o punto alguno que se destaque por su color diferente al del resto sano de la piel. Pero el chancro, aunque no haya sido tratado mediante aplicaciones externas, jamás curará en tanto no sea extinguida la sífilis interna por la dosis de Mercurius- en tanto aquel esté en su asiento ello será prueba inequívoca y natural de algún remanente de sífilis, por pequeño que sea.”

     “El segundo estadio en el que, como ya se dijo, puede tener que ser tratada la sífilis es el caso, más bien raro, en que el individuo que a no ser por esta afección estaría en perfecta salud, que no padeciera de ninguna otra enfermedad crónica y por ello no estuviera afectado de psora desarrollada), haya sido sometido a esta insensata extirpación del chancro mediante aplicaciones locales, efectuada por algún médico corriente en breve tiempo y sin haber llegado a agredir en demasía al organismo con remedios internos o externos.
Aún en tales casos, dado que no es preciso combatir a complicación alguna surgida de la psora, pueden ser evitadas todas las irrupciones de la enfermedad venérea secundaria y el individuo puede ser liberado de todo vestigio del miasma venéreo por medio de la sencilla curación interna efectuada por una dosis de medicamento mercurial como la que ya se ha indicado, pero la certidumbre respecto de tal curación no podrá  ser probada manifiestamente, como sí podría ser probada si el chancro estuviera todavía presente convirtiéndose, por acción del medicamento interno, en simple úlcera benigna que exhibiera en sí misma la acción terapéutica.”

    “ En consecuencia, si el médico homeópata ha observado con cuidado la cicatriz descolorida que ha quedado luego de la mera expulsión, rápida y tópica, del síntoma venéreo localizado -expresión de que la sífilis no ha sido extinguida- y si la persona que ha de ser tratada estaría en buena salud de no ser por tal afección-de lo que puede deducirse que su desorden venéreo no se ha complicado todavía con la psora-podrá  liberar a su paciente de todo remanente de miasma venéreo mediante una dosis de Mercurius preparada lo más adecuadamente posible, según ya se ha explicado; también podrá  lograr el convencimiento de que la curación se ha completado al observar que durante el tiempo de actividad del remedio específico la cicatriz irá reasumiendo el color saludable propio de la piel sana circundante y que finalmente desaparecerá toda decoloración en el lugar del asiento.”

     “Nos queda por tratar el más difícil de los casos, el tercero: el individuo ya padecía alguna enfermedad crónica al contraer la infección sifilítica, de modo que su sífilis se complicó con psora, ya sea cuando el chancro todavía existía o cuando, no habiendo enfermedad crónica alguna en el cuerpo en el momento de surgir el chancro -por lo cual la psora interna sólo por sus signos hubiera podido ser reconocida- algún médico alópata hubiera destruido el síntoma local no sólo lentamente y con aplicaciones externas muy penosas, más también sometiendo al paciente durante largo tiempo a algún tratamiento interno severo que lo hubiera debilitado hasta el punto de quebrantar su salud general; es entonces cuando la psora que en él se hallaba pero en estado latente, ha debido ser forzada a desarrollarse y exteriorizarse en dolencias crónicas que inevitablemente tienen que haberse combinado con la sífilis interna cuyo síntoma local había sido destruído de modo tan irracional.
     “La psora únicamente puede combinarse con la enfermedad venérea cuando ha sido activada y ha concluido por transformarse en alguna enfermedad crónica manifiesta, lo que no puede ocurrir en tanto se halle adormecida, en estado latente. En este último estado la psora no obstaculiza la curación de la sífilis, pero cuando ésta se ha complicado con psora desarrollada, es imposible curar aisladamente la enfermedad venérea.”

Désele primeramente la medicina antipsórica que mejor se adapte homeopáticamente al estado actual de su enfermedad, como se explicará más adelante, y cuando esta medicina haya completado su acción también una segunda que probablemente será  necesaria, pero adecuada a los síntomas todavía prominentes de la psora y a ambas deberá habérseles permitido que actúen hasta el máximo de su capacidad; luego deberá darse la dosis ya descrita de la preparación mercurial más adecuada a fin de que actúe contra la enfermedad venérea durante un lapso de tres, cinco, quizás siete semanas, vale decir en tanto la dosis continúe produciendo alguna mejoría en los síntomas venéreos.

No obstante, en casos inveterados y complicados, este primer tratamiento difícilmente cumplirá con cuanto se espera. Lo corriente es que a su finalización perduren todavía dolencias y perturbaciones a las que no es posible clasificar definitivamente como puramente psóricas ni definitivamente sifilíticas y todas ellas requerirán tratamiento adicional. Entonces será  preciso repetir el tratamiento anterior, vale decir: en primer término administrar una o más dosis de remedios antipsóricos de los que aún no hayan sido empleados y que sean de la máxima similitud homeopática hasta que todo aquello mórbido que no parezca ser sifilítico -o sea lo psórico- haya desaparecido, luego de lo cual otra dosis de remedio mercurial deberá  ser administrada, pero en diferente potencia y también se le permitirá que actúe y complete su acción, hasta que hayan desaparecido los síntomas venéreos manifiestos (la úlcera dolorosa y punzante en las amígdalas, las manchas cobrizas que se insinúan a través de la epidermis, la erupción de granitos que no pican y a la que frecuentemente se observa en el rostro sobre base azulado-rojiza, las úlceras cutáneas indoloras sobre el cuero cabelludo y el pene, lisas, pálidas, limpias, cubiertas simplemente de mucus, que poco se destacan respecto de la piel sana, etc. y los taladrantes dolores nocturnos de la exóstosis). Pero dado que los síntomas venéreos secundarios son tan cambiantes, su desaparición temporaria no da certidumbre alguna de su total extinción, por lo que deberemos esperar a que aparezcan signos más concluyentes de la eliminación total del miasma venéreo, tales el retorno del color normal y la desaparición total de la decoloración que podía advertirse en la cicatriz posterior a la extirpación del chancro por aplicaciones locales corrosivas.

      Hahnemann señala en estos párrafos aspectos muy interesantes a tener en cuenta.
Las distintas posibilidades en que puede encontrarse el paciente infectado de sífilis.

     Considera por un lado, el paciente que adquiere sífilis, sin padecer previamente de psora, pero aclara, psora desarrollada. Es importante captar este dato, ya que se trata de situaciones muy distintas.
En este caso el tratamiento que indica es mercurio dinamizado, siendo mas fácilmente curable cuando no se eliminó tópicamente los síntomas vicariantes primarios, el chancro o el bubón.

     Otra posible situación, que considera con mas dificultades para su curación, es cuando la sífilis se encuentra complicada con psora desarrollada, o con sicosis, en cuyo caso en general también está involucrada la psora, señala.
Es importante resaltar este párrafo:
La psora únicamente puede combinarse con la enfermedad venérea cuando ha sido activada y ha concluido por transformarse en alguna enfermedad crónica manifiesta, lo que no puede ocurrir en tanto se halle adormecida, en estado latente. En este último estado la psora no obstaculiza la curación de la sífilis, pero cuando ésta se ha complicado con psora desarrollada, es imposible curar aisladamente la enfermedad venérea.”

Es decir, la psora latente no interfiere en el tratamiento mercurial de la sífilis según refiere.
En esta segunda opción, la complicada con psora desarrollada indica lo siguiente :

Désele primeramente la medicina antipsórica que mejor se adapte homeopáticamente al estado actual de su enfermedad, como se explicará más adelante, y cuando esta medicina haya completado su acción también una segunda que probablemente será  necesaria, pero adecuada a los síntomas todavía prominentes de la psora y a ambas deberá habérseles permitido que actúen hasta el máximo de su capacidad; luego deberá darse la dosis ya descrita de la preparación mercurial más adecuada a fin de que actúe contra la enfermedad venérea durante un lapso de tres, cinco, quizás siete semanas, vale decir en tanto la dosis continúe produciendo alguna mejoría en los síntomas venéreos.

     Y para remarcar su importancia prefiero que lo exprese nuevamente Hahnemann :

“No obstante, en casos inveterados y complicados, este primer tratamiento difícilmente cumplirá con cuanto se espera. Lo corriente es que a su finalización perduren todavía dolencias y perturbaciones a las que no es posible clasificar definitivamente como puramente psóricas ni definitivamente sifilíticas y todas ellas requerirán tratamiento adicional. Entonces será  preciso repetir el tratamiento anterior, vale decir: en primer término administrar una o más dosis de remedios antipsóricos de los que aún no hayan sido empleados y que sean de la máxima similitud homeopática hasta que todo aquello mórbido que no parezca ser sifilítico -o sea lo psórico- haya desaparecido, luego de lo cual otra dosis de remedio mercurial deberá  ser administrada, pero en diferente potencia y también se le permitirá que actúe y complete su acción, hasta que hayan desaparecido los síntomas venéreos manifiestos (la úlcera dolorosa....”

     Es decir, en todos los casos complicados con psora desarrollada, primero administra los antipsóricos correspondientes al caso, luego el mercurio y posiblemente sea necesario recomenzar otra vuelta con antipsóricos y mercurio finalmente.

     Adelanto que comentaré el término antipsórico en un posterior capítulo, denominación que ha generado en ocasiones cierta confusión.