Parte 19 - Lo Mental


Lo mental

     Hahnemann remarcó el papel jerárquico de lo mental en todo cuadro. La inclusión de los síntomas mentales como un aspecto esencial a considerar dentro de la totalidad del caso es otro avance en la historia de la medicina aportado por Hahnemann.
Así mismo, el reconocimiento de que la verdadera curación debe ir acompañada de la mejoría mental, es otro mérito de Hahnemann. De igual modo, una mejoría mental muchas veces antecede como elemento de buen pronóstico la culminación de una curación física.
Las patogenesias también provocan síntomas mentales y por tanto éstos responden a la cura por la similitud.

     Respecto a las enfermedades mentales específicamente, Hahnemann considera que se diferencian de las demás solo en que ciertos síntomas han adquirido mayor relevancia sobre el conjunto.
Considera que dependen de la psora, es decir de un miasma crónico.

     Parágrafo 210: 
     “A la psora se refieren casi todas las enfermedades que otras veces he llamado parciales, y que parecen más difíciles de curar en razón de este mismo carácter que consiste en que todos sus demás accidentes desaparecen ante un gran síntoma predominante y único. De este carácter son las llamadas enfermedades mentales. No obstante no constituyen una clase marcadamente separada de todas las otras, pues en las enfermedades corporales siempre se modifica el estado mental (*); y en todos los casos en que se nos llame a curar debe anotarse especialmente el carácter del paciente junto con la totalidad de los síntomas, si queremos trazar una imagen exacta de la enfermedad, a fin de estar en condición de tratarla homeopáticamente con éxito.”

(*) “¡Cuántas veces no se encuentran enfermos que a pesar de estar sujetos desde muchos años a afecciones muy dolorosas, han conservado sin embargo un humor apacible y complaciente, de modo que uno se siente lleno de compasión y de respeto para con ellos! Pero cuando se ha triunfado del mal, lo que con frecuencia se logra por el método homeopático, se ve a veces presentarse un cambio de carácter el más terrible, y reaparecer, la ingratitud, la dureza del corazón, la maldad refinada; los caprichos repugnantes que formaban el carácter del individuo antes de que cayera enfermo.
Los que estando sanos eran pacíficos se vuelven a menudo obstinados, violentos, arrojados, o intolerantes y caprichosos o impacientes o desalentados cuando se enferman; los que antes eran castos y modestos, se vuelven lascivos y desvergonzados. No es raro que la enfermedad embrutezca a un hombre de talento, que haga de un genio débil otro más prudente y capaz, y de un ser apático un hombre lleno de presencia de espíritu y de resolución.”

     Parágrafo 211:
     “Esto anterior subsiste, a tal grado, que el estado moral del paciente determina a menudo la elección del remedio homeopático principalmente, siendo un síntoma decididamente característico y que entre todos es el que menos puede permanecer oculto a la observación exacta del médico.”

     Parágrafo 212:
     “El Creador de los agentes terapéuticos ha atendido también singularmente a este elemento principal de todas las enfermedades, el cambio del estado moral y mental, pues no existe en el mundo sustancia medicinal heroica que no altere de modo notable el estado moral y mental del individuo sano que la experimenta, y cada medicamento produce un cambio diferente.”

     Parágrafo 213:
     “Nunca, pues, se curará de un modo conforme a la naturaleza -es decir, de un modo homeopático- mientras que en cada caso individual de enfermedad, aún cuando sea aguda, no se atienda simultáneamente con los otros síntomas, los que se relacionan al cambio mental y moral, y no se elija para aliviar al paciente, un medicamento capaz de producir por sí mismo, no solamente síntomas semejantes a los de la enfermedad; sino también un estado moral y mental semejantes (*).”
(*) “Así el acónito rara vez o nunca produce una curación rápida y permanente cuando el humor del enfermo es quieto, apacible e igual, ni la nux vómica cuando el carácter es suave y flemítico, ni la pulstilla cuando es feliz, alegre y obstinado, o ignatia cuando es imperturbable y poco dispuesto a sufrir por sustos o penas.”

     Parágrafo 214:
     “Las instrucciones que tengo que dar relativas a la curación de las enfermedades mentales pueden reducirse a muy pocos puntos, pues deben curarse del mismo modo que todas las otras enfermedades, es decir, con un remedio que muestre, por los síntomas que cause en el cuerpo y la mente de un individuo sano, el poder de producir un estado morboso tan semejante como sea posible al caso patológico que se tiene a la vista, y no pueden curarse de otra manera.”

     Parágrafo 215:
     “Casi todas las llamadas enfermedades mentales y emocionales no son nada más que enfermedades corporales en los que está acrecentado el síntoma de perturbación de la mente y el carácter, mientras que los síntomas físicos declinan (más o menos rápidamente), hasta alcanzar a lo último el aspecto notable de enfermedad parcial, como si fuera una enfermedad local situado en el órgano sutil e invisible de la mente o del carácter.”

     Parágrafo 216:
     “No son raros los casos, en las enfermedades llamadas corporales que amenazan la existencia, como la supuración del pulmón, la alteración de cualquiera otra víscera esencial, o en algunas otras enfermedades agudas, como la fiebre puerperal, etc., en las que aumentando rápidamente la intensidad del síntoma moral, la enfermedad degenera en locura, en una especie de melancolía o de manía, ante las cuales los síntomas corporales dejan de ser peligrosos y mejoran casi hasta la salud perfecta o más bien disminuyen a tal grado que su presencia opacada solamente puede descubrirse por la observación de un médico dotado de perseverancia y penetración. De este modo son transformados en una enfermedad parcial, o por decirlo así, local, en que el síntoma de la perturbación mental, que al principio era ligero, aumenta hasta convertirse en el síntoma principal, que en parte ocupa el lugar de los otros síntomas (corporales), cuya intensidad la domina de una manera paliativa, en una palabra, las afecciones de los órganos materiales del cuerpo son transportados y conducidos a los órganos casi espirituales, mentales y emocionales, que el anatómico nunca ha alcanzado, ni alcanzará con su escalpelo.”

     Parágrafo 217:
     “En estas enfermedades debemos tener mucho cuidado en conocer el conjunto de los fenómenos, los que pertenecen a los síntomas corporales, y a la verdad, también con especialidad los que se refieren a la comprensión exacta de la naturaleza precisa del síntoma principal, del estado mental y moral peculiar y siempre predominante, a fin de descubrir con el propósito de extinguir toda la enfermedad, entre los remedios cuyos efectos puros son conocidos, una potencia medicinal patogenésica homeopática, es decir, un remedio cuya lista de síntomas exhiba, con la mayor similitud posible, no sólo los síntomas morbosos físicos del caso presente, sino también con especialidad este estado mental y emocional.”

     Parágrafo 218:
     “A este conjunto de síntomas pertenece, en primer lugar la descripción exacta de todos los fenómenos de la llamada enfermedad corporal anterior, antes de que degenerase, por la preponderancia de los síntomas psíquicos, en una parcial, y se convirtiese en enfermedad mental y moral. Esto puede saberse por el relato de los amigos del paciente.”

     Parágrafo 219:
     “Comparando estos síntomas precedentes de la enfermedad corporal con los vestigios que de ella todavía subsisten en la actualidad, aunque casi extinguidos (y que aún en esta época, se hacen a veces bastante sensibles cuando hay un momento lúcido, cuando la enfermedad mental experimenta una disminución pasajera), se puede uno convencer plenamente de que, aunque encubiertos, jamás han dejado de existir.”

     Parágrafo 220:
     “Añadiendo a esto el estado mental y moral fielmente observado por los amigos del enfermo y por el médico mismo, tendremos así formada la imagen completa de la enfermedad, para lo que se debe investigar entre los remedios antipsóricos, un medicamento capaz de producir síntomas notablemente semejantes con particularidad un desorden análogo de la mente, si la enfermedad psíquica ha durado ya algún tiempo.”

     Parágrafo 221:
     “Sin embargo, si la locura o manía (debida a un susto, vejación, abuso de bebidas espirituosas, etc.), se ha presentado repentinamente como una enfermedad aguda en el estado de calma ordinaria del paciente, aunque casi siempre se debe a la psora interna, como una llama que brotase de ella, no obstante, cuando ocurre de esta manera aguda no debe tratarse desde luego con remedios antipsóricos, sino en primer lugar con los indicados para el caso, en otra clase de medicamentos experimentados (p. ej. aconitum, belladonna, stramonium, hyoscyamus, mercurius, etc.) en dosis sumamente potentizadas, pequeñas, a fin de dominarla a tal grado que la psora vuelve a su estado latente anterior, en que el paciente aparece completamente bien.”

     Parágrafo 222:
     “Pero el paciente que se ha recobrado de una enfermedad mental o moral aguda con el uso de estos medicamentos no antipsóricos, nunca deberá considerarse como curado; al contrario, no debe perderse tiempo, e intentar librarle completamente, (*) por medio de un tratamiento antipsórico prolongado del miasma crónico psórico, que a la verdad se ha hecho latente otra vez, pero que está presto a aparecer de nuevo; si esto se hace no hay temor de otro ataque semejante, si el paciente sigue fielmente la dieta y el régimen que se le ha prescrito.”

(*) “Acontece muy raramente que una afección mental o moral que dure ya algún tiempo, cese espontáneamente (pues la discracia interna se traslada por sí misma otra vez a los órganos más densos del cuerpo). Estos son los pocos casos que se encuentran de vez en cuando, en que un enajenado haya sido despedido del manicomio en apariencia curado. Además, hasta ahora, todos los manicomios continúan atestados, de modo que las otras numerosas personas locales que solicitan su admisión en estas instituciones, con dificultad pueden encontrar lugar a menos que muera alguno de los asilados. ¡Nunca es curado ninguno real y permanentemente en ellas! Una prueba convincente, entre muchas otras, de la inutilidad completa del arte no curativo practicado hasta hoy, que ha sido ridículamente honrado por la ostentación alopática, con el título de medicina racional. ¡Cuán a menudo, por otra parte, el verdadero arte de curar, la genuina y pura homeopatía, no ha conseguido restablecer en estos seres infortunados la posesión de su salud mental y corporal, y devolverlos a sus amigos encantados y al mundo!.”

     Parágrafo 223:
     “Pero si se omite el tratamiento antipsórico, debemos esperar casi seguramente la aparición rápida, por una causa mucho más ligera que la que produjo el primer ataque de locura; de un nuevo acceso de duración más larga y grave, durante el cual la psora se desarrolla con frecuencia completamente y se convierte en una desviación mental periódica o continua, que entonces es mucho más difícil de curar con antipsóricos.”

     Parágrafo 224:
     “Si la enfermedad mental no está completamente desarrollada y si es dudoso todavía de que dependa realmente de una afección de educación, malos hábitos, corrupción moral, descuidos mentales, superstición o ignorancia, se decidirá este punto, disminuyendo o mejorando la condición mental si procediese de alguna de estas causas, por exhortaciones razonables y amistosas, argumentos consoladores, advertencias serias y consejos sensatos. Mientras que si la enfermedad realmente mental o moral depende de una enfermedad corporal, se agravará rápidamente con este método de manera que el melancólico se pondrá todavía más abatido, querelloso, inconsolable y reservado; el maníaco rencoroso más exasperado y el demente locuaz manifiestamente se volverá más loco (*).”
(*) “Parece como si la mente, en estos casos, recibiese con disgusto y pesar la verdad de estas advertencias racionales, y obrase sobre el cuerpo como si quisiese restablecer la armonía perdida, pero también parece que el cuerpo por medio de su enfermedad reacciona sobre la mente y el carácter y los lleva a un desorden todavía mayor por transferencia de sus sufrimientos sobre ellos.”

     Parágrafo 225:
     “No obstante, como se acaba de decir, existen enfermedades emocionales, ciertamente pocas, que no han desarrollado a expensas de enfermedades corporales, sino que de una manera inversa, se originan y sostienen, aunque afectando ligeramente al cuerpo, por causas emocionales, tal como la ansiedad continua, las preocupaciones, vejaciones, injurias y la producción frecuente de un gran temor o susto. Esta clase de enfermedades emocionales con el tiempo destruyen la salud del cuerpo, a menudo en alto grado.”

     Parágrafo 226:
     “Solamente las enfermedades emocionales como éstas, que primitivamente han sido engendradas y subsecuentemente sostenidas por la mente misma, son la que pueden cambiarse rápidamente, con tal que sean todavía recientes y antes que hayan invadido gradualmente el estado corporal, por medio de remedios psíquicos, tales como una demostración de confianza, exhortaciones amistosas, consejos sensatos y a menudo por un engaño bien disfrazado, en un estado de salud de la mente (y con una dieta y régimen apropiados, al parecer, también en un estado de salud el cuerpo).”

     Parágrafo 227:
 
     Pero la causa fundamental en estos casos es también el miasma psórico, que no ha llegado todavía a su completo desarrollo, y por seguridad el paciente, al parecer curado, debe sujetarse al tratamiento radical antipsórico, a fin de que no caiga otra vez en un estado semejante de enfermedad mental, como podría ocurrir fácilmente.”


     Parágrafo 228:
     “En las enfermedades mentales y morales que resultan de una enfermedad corporal que sólo puede curarse con medicamentos homeopáticos antipsóricos, junto con su régimen de vida cuidadosamente regulado, debe observarse escrupulosamente, por medio de un régimen mental auxiliar, un proceder psíquico apropiado en cuanto se refiere al paciente y por parte del médico también. A la manía furiosa se opone la calma intrépida y fría, la resolución firme; a las lamentaciones lúgubres, quejumbrosas, una demostración muda de conmiseración con la apariencia y ademanes a la locuacidad insensata, silencio no desprovisto en absoluto de atención; a la conducta repugnante y abominable y a la conversación del mismo carácter, ninguna atención. Únicamente debemos procurar impedir la destrucción y daño de los objetos que rodean al paciente, sin reprenderles jamás por sus actos, arreglando de tal manera todo, que se evite la necesidad de castigos o torturas corporales (*). Esto es tanto más fácil de realizar, porque en la administración del medicamento, la única circunstancia en que puede justificarse la violencia, según el método homeopático, las pequeñas dosis de la sustancia medicinal apropiada nunca hieren el gusto y por consiguiente pueden administrarse al paciente con la bebida sin que lo sepa, de modo que es innecesaria toda coacción.”

(*) “Es imposible no asombrarse de la dureza de corazón y de la irreflexión de los médicos, en muchos establecimientos para enfermos de esta clase, que sin tratar de descubrir el único modo verdadero y eficaz de curar tales enfermedades que es por medio de medicamentos homeopáticos (antipsóricos), se contentan con torturar a estos seres humanos más dignos de compasión con fuertes golpes y otros tormentos dolorosos. Con este proceder sin conciencia y repugnante se colocan por debajo del nivel de los carceleros en las casas de corrección, pues estos últimos imponen tales castigos como un deber en su oficio y solamente en los criminales, mientras que los primeros sólo parece que desahogan su despecho en la supuesta incurabilidad de la enfermedad mental, con aspereza hacia los pacientes dignos de compasión e inocentes, por la convicción humillante que tienen de su inutilidad como médicos, pues son demasiados ignorantes para servir de algo y demasiado perezosos para adoptar un modo conveniente de tratamiento.”
      Parágrafo 229:
     “Por otra parte, la contradicción, las explicaciones vehementes, correcciones bruscas y amonestaciones, y así como la condescendencia débil y tímida, no deben usarse con estos enfermos, constituyen una manera igualmente perjudicial de tratar las enfermedades mentales y emotivas. Pero sobre todo estos pacientes se exasperan y sus padecimientos se agravan por el ultraje, fraude y supercherías que descubran. El médico y el guardián deben siempre tratar de hacerles creer que tienen razón.
Si fuere posible, deberá quitarse toda clase de influencias externas perturbadoras de sus sentidos y de su carácter. Para su espíritu sombrío no hay diversiones, distracciones saludables, medios de instrucción, ni efectos calmantes de la conversación, lecturas u otras cosas, pues su alma que se doblega o irrita bajo las cadenas del cuerpo enfermo, nada la fortifica, sino la curación. Solamente cuando vuelve la salud del cuerpo, fulgura otra vez en su mente la tranquilidad y el bienestar”(*)

(*) “El tratamiento de la locura furiosa y la melancolía debe hacerse en instituciones destinadas especialmente a este fin, pero no en el hogar del enfermo.”

     Parágrafo 230:
     “Si el remedio antipsórico elegido para cada caso particular de enfermedad mental o moral (existe una variedad infinita de ellas) fuese perfectamente homeopática a la imagen fielmente trazada del estado morboso, conformidad tanto más fácil de encontrar, cuanto que ya es considerable el número de esta clase de medicamentos conocidos respecto a sus efectos puros y siendo tan evidentemente perceptible el estado mental y moral que constituye el síntoma principal del paciente entonces la mejoría más notable se realiza en un tiempo no muy largo, lo que no se hubiese producido medicando al paciente, hasta la muerte, con las grandes dosis a menudo repetidas de todos los demás medicamentos inadecuados (alopáticos). En verdad, puedo afirmar después de una larga experiencia, que la superioridad de la homeopatía sobre todos los otros métodos curativos imaginables, en ninguna parte se presenta con tanta brillantez como en las enfermedades mentales antiguas que deben su origen a afecciones corporales, o que se han desarrollado juntamente con ellas.”

     Hemos visto que el estado mental es fundamental en la toma de cada caso, pero resulta importante destacar que si a la vez, se trata de un síntoma característico, adquiere el primer lugar de jerarquía,  como se señala en el parágr. 211 : “el estado moral del paciente determina a menudo la elección del remedio homeopático principalmente, siendo un síntoma decididamente característico”.

     Hahnemann considera que existen enfermedades emocionales originadas por causas emocionales, provenientes por ejemplo de circunstancias adversas, que pueden promover a su vez trastornos en el cuerpo.
No obstante concluye que todas las enfermedades mentales y emocionales tienen una raíz psórica, que se debe tratar.
     Hahnemann hace nuevamente referencia a remedios no antipsoricos y remedios antipsóricos. Es válido recordar el comentario acerca de la posible razón de la distinción que realiza entre ambos tipos de medicamentos.

     La referencia al traslado de síntomas del cuerpo a la mente y viceversa, es una muestra mas de la naturaleza dinámica del desequilibrio vital y del potencial supresivo de ciertas conductas terapéuticas.

     Hahnemann esboza brevemente algunas actitudes a tomar en determinados cuadros mentales. No ahonda en una teoría psicológica específica.
No obstante, la práctica homeopática por su profunda condición humanista, despierta la posibilidad de enriquecer la comprensión psicológica de cada paciente y modificar su actitud mental hasta un límite insospechado.
Valga citar el parágrafo 9:
     “En el estado de salud, la fuerza vital (autocrática) que dinámicamente anima el cuerpo material (organismo), gobierna con poder ilimitado y conserva todas las partes del organismo en admirable y armoniosa operación vital, tanto respecto a las sensaciones como a las funciones, de modo que el espíritu dotado de razón que reside en nosotros, puede emplear libremente estos instrumentos vivos y sanos para los más altos fines de nuestra existencia”.