Parte 5 - Alopatía


Alopatía
Algunas precisiones  

     Merece una consideración la precisión de los términos usados por Hahnemann sobre el método alopático, antipático, enantipático o paliativo.
     En algunas ocasiones Hahnemann menciona el término alopático para referirse en forma genérica al método principal utilizado por la medicina de su época, incluyendo en él también al antipático, enantiopático o paliativo al cual hicimos referencia como la segunda vía, en la reseña del Ensayo sobre un nuevo Principio.
Si bien el término alopatía se impuso en el correr de los años en la nomenclatura utilizada por los homeópatas para referirse a ambos en general, es adecuado señalar la diferencia entre ellos.
     En el apartado del parágrafo 22 hace la distinción entre el método alopático y el homeopático, diferenciándolo también del antipático:

      “El otro modo posible de emplear los medicamentos contra las enfermedades, además de estos dos es el método alopático, en el cual se dan medicinas que producen síntomas que no tienen relación patológica directa con el estado morboso, ni semejante ni opuesta, sino completamente heterogénea.”            

     En el parágrafo 69 explica cómo actúa el principio antipático :

     “En el tratamiento antipático (paliativo) sucede precisamente todo lo contrario. El síntoma medicinal que el médico opone al síntoma morboso (como la insensibilidad y el estupor que constituye el efecto primario del opio, opuesto a un dolor agudo), no es del todo extraño y alopático a este último; existe una relación evidente entre el síntoma medicinal y el morboso, pero en sentido inverso de lo que debiera ser; pues aquí se intenta destruir el síntoma morboso por la acción de un síntoma medicinal opuesto, lo que sin embargo es imposible. No hay duda de que el medicamento elegido antipáticamente obra precisamente en el mismo punto enfermo del organismo, como el medicamento homeopático elegido por razón de la afección semejante que produce; pero el primero sólo cubre ligeramente el síntoma opuesto de la enfermedad y la hace imperceptible a nuestra fuerza vital sólo por corto tiempo, de modo que en el primer periodo de acción del paliativo antagónico la fuerza vital no percibe nada desagradable de ninguno de los dos (ni del síntoma morboso ni del síntoma medicinal), pues ambos parecen haberse removido y neutralizado dinámicamente (por ejemplo, el poder estupefaciente del opio respecto al dolor).

     Al principio la fuerza vital se mantiene perfectamente bien, y no siente ni el estupor del opio ni el dolor de la enfermedad. Pero como el síntoma medicinal antagónico no puede (como en el tratamiento homeopático) ocupar el lugar de la desviación morbosa presente en el organismo como una enfermedad semejante, más fuerte, y no puede, por lo tanto como un medicamento homeopático, afectar la fuerza vital con una enfermedad artificial semejante, de modo que sea capaz de penetrar en el campo de la perturbación morbosa natural primitiva; el medicamento paliativo siendo una cosa totalmente diferente y opuesta a la desviación patológica, deja a ésta intacta; la vuelve, como se ha dicho antes, por una neutralización dinámica aparente (*) imperceptible a la fuerza vital, pero como toda enfermedad medicinal, pronto se extingue espontáneamente y no sólo deja tras sí la enfermedad tal como era antes, sino que impele a la fuerza vital (pues tiene que darse, como todo paliativo, en grandes dosis a fin de realizar la eliminación aparente) a producir una condición opuesta ( parágr.63-64) a este medicamento paliativo, el reverso de la acción medicinal, por consiguiente, el análogo de la perturbación morbosa natural presente y no destruida que necesariamente es reforzada y alimentada  por esta adición (reacción contra el paliativo) producida por la fuerza vital.
El síntoma morboso (esta parte individual de la enfermedad) por consiguiente se empeora después que cesa la acción del paliativo; agravación en proporción con la magnitud de la dosis. Conforme a la magnitud de la dosis de opio (para conservar el mismo ejemplo) administrada para calmar el dolor, tanto más aumenta el dolor rebasando su intensidad original, tan pronto como ha agotado su acción (**).

“(*)(Las sensaciones contrarias u opuestas no se neutralizan de un modo permanente en el cuerpo del hombre vivo como las sustancias dotadas de propiedades opuestas la hacen en un laboratorio químico, donde se ve, por ejemplo, unirse el ácido sulfúrico y la potasa, formando un cuerpo muy diferente de ellos, una sal neutra que no es ácido ni álcali, y que no se descompone ni aún por el fuego. Tales combinaciones, que producen algo de estable y neutro, jamás se efectúan en nuestros órganos sensitivos con respecto a las impresiones dinámicas de una naturaleza opuesta. Al principio hay ciertamente una apariencia de neutralización o de destrucción recíproca pero las sensaciones opuestas no se ofuscan la una de la otra de un modo duradero. Las lágrimas del doliente sólo se detendrán por un momento por un juego risible; los chistes pronto son olvidados y las lágrimas correrán más abundantes que antes.)”

“(**)Como sucede cuando en un oscuro calabozo en que el prisionero con dificultad podría reconocer los objetos cercanos a él, se enciende alcohol repentinamente, todo se ilumina instantáneamente de un modo muy consolador para el infeliz recluso; pero cuando se extingue, cuanto más brillante fue la llamada, tanto más negra es la noche que ahora le envuelve, y hace todas las cosas al rededor de él más difíciles de ver que antes.”

     Y refuerza lo señalado en el parágrafo 70 :

     “...Que conforme a todas las experiencias, una enfermedad natural nunca puede curarse con medicamentos que posean el poder de producir en el individuo sano un estado morboso extraño (síntomas morbosos desemejantes) diferentes al de la enfermedad que hay que curar (nunca, por lo tanto, por un tratamiento alopático), y que ni aún la naturaleza realiza la curación de una enfermedad con la adición de otra semejante, por fuerte que ésta sea.

     Que además, toda experiencia demuestra que por medio de medicamentos que tienen la tendencia de producir en el individuo sano un síntoma morboso artificial, antagónico a un síntoma de la enfermedad que se trata de curar, la curación nunca se realizará en un padecimiento de larga duración, sino solamente un alivio pasajero, seguido siempre de su agravación; y que, en una palabra, este tratamiento meramente paliativo y antipático en enfermedades de curso largo y carácter serio, es absolutamente ineficaz.

     Que, no obstante, el tercero y único posible tratamiento (el homeopático), en que se emplea para la totalidad de los síntomas de una enfermedad natural un medicamento capaz de producir los síntomas más semejantes posible en el individuo sano, administrado en dosis apropiada es el único método eficaz por medio del cuál las enfermedades, que constituyen solamente desarreglos dinámicos de la fuerza vital, son dominadas y de este modo perfecta y permanentemente extinguidas, debiendo necesariamente dejar de existir. Esto se consigue por medio de la desviación o desarreglo semejante y más fuerte del medicamento homeopático en la manera de sentir del principio vital. De este modo de proceder tenemos el ejemplo en la misma Naturaleza libre cuando añade a una enfermedad antigua una nueva y semejante, por medio de la cual la nueva se cura y destruye rápidamente y para siempre.”

     Vemos nuevamente como el protagonismo en esta comprensión es de la fuerza o principio vital sobre la cual los distintos estímulos medicamentosos provocarán reacciones diversas.
Desde allí Hahnemann observa el fenómeno.
Lo que cura es la respuesta o reacción al estímulo medicamentoso de la propia fuerza vital.
Por tal motivo refuerza y distingue entre el concepto de efecto primario o inicial de las substancias y el efecto secundario o reacción de la fuerza vital que consiste en el efecto curativo.
Los medios alopáticos en su acción primaria suspenden el síntoma muchas veces, pero la reacción de la fuerza vital finalmente deja al descubierto su ineficiencia curativa.
Lo mismo sucede con los medios enantiopáticos o contrarios. Al comienzo o acción primaria, actúa sobre la fuerza vital neutralizando el síntoma, pero la respuesta de la fuerza vital o acción secundaria al estímulo enantiopático es contraria a su acción primaria, reapareciendo entonces con mas fuerza el síntoma inicial.


     En definitiva, muchas substancias son utilizadas tanto alopática como homeopáticamente, la diferencia radica en el criterio con que se aplican.
     Es bueno remarcar que muchos cuadros de carácter agudo revierten espontáneamente en breve tiempo  por acción de la propia fuerza vital. En ellos las medidas alopáticas parecen eficaces al neutralizar ciertas molestias del mismo, pero en realidad solo suspenden algunos síntomas de un proceso cuya resolución central está en manos de la propia energía vital.
     Esto es mas claro en las enfermedades crónicas, que en realidad puede decirse son las verdaderas enfermedades, frente a las cuales la alopatía solo logra paliar transitoriamente síntomas pero no curar.