Parte 7 - Sobre la Fuerza vital "no inteligente"



Sobre la fuerza vital “no inteligente”

     En la introducción del Organon y en el Tratado de las Enfermedades Crónicas hay una serie de párrafos que hacen  referencia a un concepto que Hahnemann llama  “no inteligencia” de la fuerza vital y que a muchos nos causa cierta perplejidad el término utilizado.
Vayamos a los mas representativos :

     Del Tratado de las Enfermedades crónicas :
     “La vitalidad del organismo (denominada principio que preserva la vida o fuerza vital) librada a sí misma, por no estar dotada de la capacidad de razonar, sólo puede proveer acciones paliativas frente a enfermedades crónicas y agudas surgidas de la psora interior, las que ponen en riesgo a la existencia. Ésta es la causa de la mayoría de las secreciones y excreciones de índole diversa que suelen ocurrir espontáneamente en el curso de las enfermedades crónicas (psóricas), cuyos ejemplos son las diarreas, vómitos, transpiración, supuración, hemorragias, etc., acarreando alivios sólo temporarios del mal crónico orginario el que, debido a la pérdida de humores y de energía, se agrava más y más.
     Y la alopatía, en tanto, no ha sido capaz más que de reproducir tales procesos en procura de curación genuina de las enfermedades crónicas; sólo puede imitar la irracionalidad de la naturaleza orgánica obrando paliativamente (lamentablemente sin alcanzar siquiera alivio similar aunque con mayor consumo de fuerzas); es por ello que provoca la aceleración del proceso de deterioro generalizado, sin ser capaz de contribuir, en modo alguno, a la extinción de la enfermedad originaria. Tal acción ruinosa comprende a los muchos e indescriptibles purgantes, a los denominados disolventes, flebotomías, escarificaciones y ventosas, aplicación de sanguijuelas -tan en boga que su empleo se ha tornado ya en insania-, sudoríficos, vejigatorios,”

     De la Introducción del Organon :
     “...Así mismo, cuando la naturaleza, entregada a sus propios medios en las afecciones crónicas internas que comprometen la vida, no sabe socorrerse sino procurando la aparición de síntomas locales externos, con el fin de desviar el peligro de los órganos indispensables a la existencia, transportándolo por metástasis a los que no lo son: estos efectos de una fuerza vital enérgica, pero sin inteligencia, sin reflexión, sin previsión, no inducen a una curación completa; no son más que paliaciones, cortas suspensiones impuestas a la enfermedad interna, a expensas de una gran parte de humores y de fuerzas, sin que la afección primitiva haya perdido nada de su gravedad. Sin el auxilio de un verdadero tratamiento homeopático, lo más que pueden hacer es retardar la muerte, que es inevitable.
No contenta la alopatía de la escuela antigua con exagerar demasiado los esfuerzos de la simple naturaleza, les daba una falsísima interpretación. Creyendo infundadamente que eran verdaderamente saludables, procuraba favorecerlos, les daba mayor desarrollo, con la esperanza de poder destruir del todo el mal y lograr de este modo una curación radical.”


     Considero que el término “no inteligencia” de la fuerza vital provocó confusión.
Me inclino a pensar que se trata de una diferencia esencialmente semántica y no de contenido.
En general tenemos la noción de la energía vital como una entidad inteligente, contrario a lo que dice aquí Hahnemann, ya que rige múltiples y sutiles mecanismos que sostienen la vida. Podemos llamar a esto inteligencia, capacidad de orden, fuerza natural de curación como le decía Hipócrates, o el nombre que sea.
Hahnemann señala que si fuera inteligente, el hombre no padecería enfermedades crónicas, ya que debería  sobreponerse naturalmente a las mismas.
En este sentido me resulta conciliatorio pensar que la inteligencia de la energía vital  resulta en ciertas ocasiones abatida por fuerzas circunstanciales que logran desequilibrarla.
Inteligencia no es sinónimo de omnipotencia.
    
     Puede resultar confusa la referencia de Hahnemann sobre el modo erróneo con que la alopatía intenta imitar a la energía vital promoviendo descargas y manifestaciones externas del mal interno, a través de métodos de la época inútiles y perjudiciales.
Pareciera que en cierta forma esto se contrapone al concepto de exoneración y carácter centrífugo de la energía vital, tan arraigado en los homeópatas de nuestras generaciones. Detengámonos un momento aquí.
En época de Hahnemann la medicina utilizaba métodos como por ejemplo el de provocar una infección artificial en la piel colocando un cuerpo extraño con la idea de que el mal o infección interna se trasladaría al exterior, creyendo de este modo imitar a la naturaleza. Una grosera imitación que no comprendía la dinámica global del proceso.
     Por otro lado, el hecho de que en la naturaleza se dé el fenómeno exonerativo, si bien no es completamente exitoso, resulta el máximo esfuerzo de una energía vital enferma tratando de recomponer el mayor equilibrio que su condición le permite. En otras palabras miasmáticamente afectada.
Puedo de este modo entender cuando Hahnemann se refiere a estos intentos exonerativos como infructuosos ya que provienen de una energía vital enferma, miamáticamente afectada.

     Existe en homeopatía un permanente juego de espejos que recorre toda la doctrina, que nace con el principio de la cura por lo semejante, continua con las patogenesias y en la teoría de los miasmas, lo que hace que algunas veces parecemos perdernos en esta suerte de reflejos sin fin.