Parte 8 - Totalidad e Individualidad



Totalidad e individualidad                     

     Totalidad e individualidad representan dos conceptos fundamentales de la homeopatía.
Respecto a la totalidad los parágrafos 6 y 7 del Organon nos ilustran del siguiente modo:

     Parágrafo 6:
     “El observador exento de prejuicios bien enterado de la futileza de las especulaciones transcendentales que no son confirmadas por la experiencia- por grande que sea su poder de penetración o perspicacia, no puede notar en cada enfermedad individual nada más que los cambios en la salud del cuerpo y de la mente (fenómenos morbosos, accidentes, síntomas), que pueden ser percibidos por medio de los sentidos; es decir, nota solamente las desviaciones del estado primitivo de salud del individuo ahora enfermo, que son sentidas por el paciente mismo, observadas por los que le rodean y por el médico. Este conjunto de signos perceptibles representa la enfermedad toda, es decir, juntos forman la verdadera y única imagen de la enfermedad.

     Parágrafo 7:
     “Ahora bien, como en una enfermedad, de la cual no haya causa excitante o sostenedora evidente, que remover (causa ocasionales),  no podemos percibir nada más que los síntomas, deben (teniendo en cuenta la posibilidad de un miasma y las circunstancias accesorias) ser sólo ellos el medio por el cual la enfermedad pide e indica el remedio conveniente para aliviar; y aún más, la totalidad de los síntomas, de esta imagen reflejada al exterior de la esencia interior de la enfermedad, es decir, de la afección de la fuerza vital, debe ser el principal y único medio por el cual la enfermedad da a conocer el remedio que necesita, la sola cosa que determina la elección del remedio más apropiado, y así, en una palabra, la totalidad*  de los síntomas debe ser la principal y verdaderamente única cosa de que el médico debe ocuparse en cada caso de enfermedad y removerla por medio de su arte, de modo que transforme en salud la enfermedad.”

     Y agrega en el apartado a este parágrafo:
     “En toda época, los médicos de la escuela antigua, no sabiendo cómo aliviar, han intentado combatir y suprimir, si era posible, con medicamentos, uno solo de los síntomas de entre todos los de la enfermedad, un procedimiento unilateral, que bajo el nombre de tratamiento sintomático ha excitado justamente el desprecio universal, porque no sólo no produce ninguna ventaja, sino ha determinado muchos perjuicios. Uno solo de los síntomas no es toda la enfermedad, así como tampoco un pie constituye todo el hombre. Este método es tanto más reprobable cuanto que el síntoma es solamente tratado con un remedio antagónico (es decir de una manera enantiopática y paliativa), por lo cual después de un ligero alivio venía la agravación consiguiente.

     La individualidad como la cualidad necesaria para reconocer la enfermedad en cada paciente,  contrapuesta a la visión alopática de considerar solo lo  común a todos los enfermos, es un punto fundamental que Hahnemann aporta a la Homeopatía.

En la introducción del Organon Hahnemann señala:

     “...El sublime proyecto de encontrar a priori la causa interna e invisible de la enfermedad, se reducía, al menos por lo que respecta a los médicos reputados por más racionales de la antigua escuela, a buscar el carácter genérico de la enfermedad tomando por base los síntomas.”
     “...¿Qué remedios, pues, podían emplearse contra cada uno de estos pretendidos caracteres generales? Semejantes medios sólo habrían podido ser los específicos, es decir, medicamentos cuyos efectos fuesen análogos a la irritación morbífica *( Llamados hoy día homeopáticos.); pero la escuela antigua los proscribía como muy peligrosos, porque en efecto, la experiencia había demostrado, que con las elevadas dosis consagradas por el uso, se comprometía la vida en las enfermedades, durante las cuales hay una susceptibilidad muy grande a las irritaciones homogéneas.     
     Así no se debía ni se podía curar por la vía directa y la más natural, cual es con remedios homogéneos y específicos, puesto que la mayor parte de los efectos producidos por los medicamentos eran y quedaban desconocidos, y porque aún cuando hubiesen sido conocidos, jamás se hubiera podido, con semejantes hábitos de generalización, adivinar la sustancia que debía emplearse.”       

     “...Todo médico que trata las enfermedades según caracteres tan generales, no puede llamarse homeópata, puesto que en realidad no es más que un alópata generalizador; pues es imposible concebir la homeopatía sin la individualización más absoluta.”

     Conocer la individualidad de cada caso es esencial para encontrar el remedio.
La totalidad de los síntomas por otra parte, traduce el desequilibrio vital en su conjunto.
Así también puede entenderse la totalidad sintomática como una cualidad distintiva ya que no hay dos totalidades sintomáticas iguales como tampoco dos individuos iguales.

Ambos aspectos, totalidad e individualidad se conjugan en un solo concepto, lo característico del cuadro, de donde surgirá el diagnóstico del remedio que cubriendo estos síntomas característicos actuará a través del principio de la cura por lo similar